"-Es Sólo una Broma-": La Comedia Como Dispositivo Político-Artístico en Colombia
Édgar Giovanni Rodríguez Cuberos
Proemio:
La experiencia jovial, vivir y reír jovialmente a la que Nietzsche se refería implica una complejidad desbordante. Acostumbrados a hacer del tiempo-dinero-producción, los espacios concretos y posibles para expresar-nos de manera jovial, en realidad, son muy reducidos. Conductas o temperamentos más dionisiacos se reservan a aquellos que bajo el signo del artista o del afortunado extravagante, pueden considerar el ocio como forma creativa. Casi todos los comediantes coinciden en afirmar que “no hay nada más serio que el humor”, pero la jovialidad pareciera ser mucho más que contar con una actitud humorística o sensible al denominado buen humor. Por el contrario, la jovialidad termina siendo una forma particular de asumir el mundo, por lo que desata en sí misma una estética y ética particulares.
El siguiente texto opera metodológicamente como un hibrido (quizás un palimpsesto) preliminar en el que, pretendo sobreponer, por momentos, lo escrito con algunas imágenes que, bajo una especie de -curaduría- he seleccionado con el propósito de intentar definir un producto que pueda ser u operar de forma itinerante como una continuidad en lo visual (utilizando imágenes seleccionadas en función de dispositivos para ayudar a soportar los argumentos) en el que -la palabra-imagen-palabra- actúe como soporte matérico y simbólico para propiciar nuevas reflexiones. Por lo tanto, el énfasis no está puesto sobre el diseño o la calidad de la imagen (pues muchas de ellas son recuperadas de las redes sociales) sino en su potencia simbólica que dispara precisamente su viralización.
Este dispositivo a nivel metodológico investigativo (en términos de las ciencias sociales, las humanidades y las artes) contribuye a dar un paso adelante para proponer en la estructura misma del ensayo interpretativo, la forma en que las imágenes que apoyan los textos no son solo informativas (gráficos, estadísticos, infografías, etc.) sino sobre todo simbólicas, es decir, se trata de aumentar la sensación a lo que el acto lector (como lo diría Iser) se trata de implicar mucho más al lector al darle una mayor posibilidad de márgenes para su propio proceso imaginativo y de elaboración de preconceptos (Cfr. Iser, 1987. P.64)
En este sentido, lanzo también sobre la arena de posibilidades metodológicas, la apuesta por un tipo de escritos que inviten o generen lecturas paralelas entre la palabra y la imagen o, la imagen misma que obviamente puede por sí definir muchos sentidos e interpretaciones, todo ello en función de proyectar el acto de pensamiento al contradecir o estar de acuerdo con estas líneas.
Se trata por lo pronto de diseñar un dispositivo convergente que facilite la invención y la pregunta por parte del lector, para que, utilizando el tema como coyuntura de encuentro o pre-texto, se logre una percepción de movimiento en la estética de la recepción del mismo producto-obra- como dispositivo crítico divulgativo.
La preocupación procedimental nace en parte de la obsesión de lograr una estructura distinta dentro de las llamadas ciencias sociales contemporáneas para proponer a la luz de la forma “ensayo” y “ensayo con un componente visual”, nuevas alternativas de tejido de las ideas, de labor crítica y su posterior divulgación con el ánimo de hacer estallar la forma convencional de presentar un escrito e incluso de favorecer otros impactos derivados en el lector y su potencia de pensamiento (Ver Rodríguez, 2005, 2008,2011). Por lo tanto, la inclusión de imágenes tiene un propósito selectivo que como experimento escritural procura llevar al límite la sugestión que puede producir la lectura para dinamizarla y expandir su propia potencia como experiencia que promueve nuevas preguntas e inquietudes y, en este sentido, favorece el proceso de investigación.
Introducción:
“Fuera de lo propiamente humano, no hay nada cómico”
H. Bergson
“La risa y el dolor se expresan con los órganos en que residen el mando y la ciencia del bien o del mal: los ojos y la boca”
C. Baudelaire.
Diversos estudios en el ámbito de la crítica comunicativa y su relación con la historia del humor en Colombia, han mostrado cómo el humor es un género altamente valorado y querido por la sociedad. La explosión de diversos formatos y actores comediantes no sólo obedecen a la gran creatividad artística en tanto generadores de caracteres y personajes sino, a la dureza y ridícula realidad colombiana que nunca deja de sorprender, pues año tras año “macondizamos” la experiencia y nos acomodamos en su ritmo jocoso y narcotizante.
Ahora bien, a nivel internacional, la colombianidad se lee como una alta capacidad para el trabajo, para la invención, la creatividad y el buen humor, la alegría parecería ser un signo de ser colombiano. A pesar que la misma historia del país y la manera como los medios venden y explotan estos prejuicios relacionados con la cultura mafiosa y del narcotraficante, la visión sobre lo colombiano es aún considerada como esa capacidad expresiva en lo afable y lo animado. Internamente, el país goza de muchas culturas y tradiciones diversas por lo que independientemente de las diferencias, ser colombiano si está atravesado por la amabilidad y la disposición al servicio.
La capacidad del humor para reparar, para alivianar la carga de la realidad es constitutiva de cualquier sociedad, sólo que, en Colombia, por su propia historia, el humor ha trascendido incluso a ser un medio efectivo de denuncia y creación de opinión, por lo que su aparición y su distribución incluso ´puede llegar a tener sesgos políticos. En este sentido el humor se parcializa y no es neutral.
Una burla malévola que a partir de la ridiculización de todo cuanto nos pasa, cubre con complicidad las posibilidades de transformación y actuación para salir de la hipocresía, la doble moral, el engaño y la crueldad que hemos convertido año tras año en material de comedia...encontrándole a ello un gusto:
“A pesar de esto, la televisión no es así. No quiere decir que siempre lo haya sido, pues hubo una ‘época de oro’ en la cual la televisión se encargaba de entretener y divertir, cuando los canales eran públicos, y la programación daba risa, literalmente. Hoy, la televisión nacional entretiene ‘a duras penas’ por medio de un espacio de tres horas a la semana que se llama Sábados Felices. Sin este, no habría más que nuestras desgracias a toda hora, recordándonos todo lo que nos ha golpeado como país en los últimos años. Eso que nos ha marcado a los colombianos ante el mundo: el narcotráfico y la violencia, porque eso es lo único de lo que habla hoy la televisión” (Sánchez, 2015:5).
“Entretenerse”- no pensar o dejar de hacerlo. Con tanta desgracia acumulada pareciera que lo único que nos queda es en efecto, entretenernos. Pero, ¿sirve entonces la comedia para “alejarse del mundo” o puede por el contrario ser un marco que facilite la distribución de lo sarcástico e irónico como mecanismo o herramienta para poder salirse- de sí y ocupar otras fronteras? ¿Puede ser el pensamiento jovial y el buen humor un signo de vivaz inteligencia?
Durante los últimos 20 años se han realizado diferentes y diversos estudios en los que la crítica comunicativa y de los medios de comunicación en general han caracterizado los impactos políticos, pero sobre todo de construcción de opinión a través de lo que se denomina programas de humor o de sátira política en Colombia.
Para muchas de estas investigaciones el punto de inflexión lo constituye el infame asesinato del humorista Jaime Garzón en 1999. Este crimen que aún hoy conmociona a diferentes sectores de la sociedad colombiana, se configura como un hito e incluso como acontecimiento en el que se marca un antes y un después en la posibilidad de hacer crítica política sin tener que devenir mártir de la patria.
Así, el trabajo de Garzón se reivindica como irreverente, crítico y de alto impacto en la opinión de la sociedad colombiana. Sus programas alimentaron otras propuestas que, si bien caricaturizaban y establecían puntos de referencia para la crítica mordaz, no lograron ser tan populares como lo fueron sus caracterizaciones de personajes. Estas investigaciones realizadas profundizan en los estilos y particularidades de los personajes y el impacto en un público que, a fuerza de no tener otras opciones, veía en estos formatos una alternativa a los centros de opinión tradicionales, una salida a la realidad:
“A pesar de los problemas de violencia, secuestro, narcotráfico y corrupción, Colombia sufre de una curiosa patología inversa a todas sus tragedias: un mamagallismo endémico que ha sido vital en los grandes acontecimientos y transformaciones de nuestro país a través del tiempo. Por la sangre de todo colombiano además de sangre indígena y española, corre el humor a borbotones. Así se reconoce al colombiano, alguien que le saca jugo a todo, saca chiste a cualquier tragedia, tal vez para atenuar el sufrimiento de una nación marcada por los ratos amargos que casi a diario empañan su existencia. El colombiano necesita reír, pero también necesita pensar. Y ese es precisamente el papel que juega el humor político en nuestra sociedad. Desde Antonio Nariño en “La Bagatela” hasta Tola y Maruja, son innumerables los humoristas que con sus ocurrentes e irreverentes opiniones se han convertido en la conciencia de un país entero. Rendón, Klim, Osuna, Vladdo, y el desaparecido Jaime Garzón aportaron su cuota para inmortalizar en la historia los eventos más relevantes del acontecer nacional a través de la sátira y la parodia” (Plata, 2009:8).
Si bien es cierto, la caricatura, el humor y sátira política en Colombia no es un fenómeno reciente, la dinámica de avance tecnológico ha brindado a los humoristas y comediantes, diversas plataformas para distribuir sus mensajes e ideologías. En la actualidad, la mayoría de críticos que utilizan el humor y la sátira como mecanismos que contribuyen a la definición de otros criterios y formas de opinión, utilizan estas nuevas formas de distribución de contenidos. Es por ello, que resulta interesante que un país y una realidad atravesada por tantos conflictos provean, de diversas excusas, historias, acontecimientos y fenómenos desbordados en complejidad y paradojas que muchas veces simplemente se asocian a una especie de realismo mágico en el que todo es posible:
“Se podría pensar, considerando esto último, que en nuestra risa hay solo burla (casi siempre del más pobre que uno). Sin embargo, teniendo en cuenta otra gran vena de nuestro humor, entendemos que hay también mucho de empatía: pareciera que, así no seamos pobres, muy rápido nos podemos poner en los zapatos de alguien que “está en la olla” y reírnos desde el punto de vista del oprimido. En las telenovelas, que aquí son tan sagradas como el corazón de Jesús (y que tienen a menudo mucho humor), le hacemos barra al “pobre”, mosco en leche en el mundo de los ricos. “El centavo pa’l peso”. La volubilidad de la quincena. Las colombianadas fotográficas que compartimos en Facebook, casi siempre burdas imitaciones tercermundistas de grandes marcas o soluciones de ingeniería precaria. Es claro que tenemos la capacidad de reírnos, no solo de nosotros mismos, sino de nuestra “vaciadez” (Hoyos, 2017:50).
Por lo tanto, en Colombia abundan los contenidos que, bajo la excusa del humor, aparentemente critican la realidad pero que, en su abundancia y oferta terminan por generar un efecto contrario de acostumbramiento, de neutralidad, de insensibilidad frente a la tragedia, al caos y la crueldad que años de violencia y corrupción han sembrado y se han interiorizado como fuerzas naturalizadas.
Es por esto, que resulta significativo que el humor político, la comedia, el sarcasmo y la caricaturiza acción de la realidad termine siendo una práctica política artística en nuestro país. Como práctica implica un agenciamiento posible y su distribución en el sentido estético de devenir más joviales y no simplemente de un matoneo hecho cultura por antonomasia.
El Paro Nacional: otra comedia sin salida.
“Mientras él pone su singularidad en juego, ellos se esconden tras un refugio ideológico, instaurando al Guasón como una figura política, una condensación de una causa universal que toma la función de velo encubridor de lo inevitable: al quitarse la máscara regresarán a su vida consumista y a la reproducción del capital”. Ricardo Silva y Laura González
En las últimas manifestaciones del Paro Nacional en Colombia (2019), por ejemplo, dicha realidad se ofrecía en su etapa más bizarra y paradójica (al igual que en otros lugares del mundo la pobreza, la inequidad, la corrupción, el asesinato de líderes sociales, desbordaron la capacidad de resiliencia de los ciudadanos). Si bien es cierto, se trataba de una expresión social de rechazo e inconformismo generalizado, rápidamente, la protesta paso a ser aprovechada por las mismas instancias que detentan el poder en nuestro país o que, terminan por ingenuidad reforzando la incapacidad para cambiar el orden y permitir otros modos de vida.
Por otro lado, una vez el movimiento social se diversificó y genuina y de forma independiente la ciudadanía se expresó, diversos sectores se atribuyeron el poder de convocatoria y de organización de las distintas marchas, generando así un fenómeno de captura y cooptación de los intereses populares.
En cualquier caso, lo que inició como una expresión social legítima de diferentes actores terminó dispersándose en distintas voluntades de intereses. A tal punto, de llegar a la deslegitimación del movimiento por fuerza de su propia ridiculización…poco a poco se convirtió en un ingrediente más para reírnos ingenuamente de nosotros mismos. Tal es el caso de la influencer conocida como “Epa Colombia”, que, bajo un criterio todavía inexplicable, consideró de manera egoísta que la mejor forma de aumentar sus tasas de suscriptores en las redes sociales era aprovecharse de la coyuntura de las marchas para enviar a sus receptores un supuesto mensaje político: vandalizar y destruir el sistema de transporte (Transmilenio).
Este tipo de fenómenos masivos en los que algunos actores se atribuyen el protagonismo para fines eminentemente comerciales, deslegitiman el poder del fenómeno de las marchas masivas e independientes como expresión popular de distintas formas de aquello que se considera como injusto o en general, de aquello que simplemente ya no se soporta.
En este orden de ideas, el volumen de mensajes y la cantidad de supuestos críticos aumenta en la misma proporción que los canales de divulgación sin que esto represente una transformación real en la opinión pública. Actores, influencers, youtubers y otros protagonistas de la farándula criolla, ocupaban y se enfrentaban más que por los argumentos, por las estadísticas de algoritmos que iban generando, pues lo que importa al fin y al cabo en esta cruda realidad es ser “tendencia”:
“la fragilidad de la democracia informativa que varios de los entrevistados señalan, y de la que es sintomática la actual discusión sobre la necesidad de que aparezca un tercer canal privado, ha encontrado un bastión en internet: las redes sociales y los blogs han abierto las puertas a productos de humor político de impacto. Ese campo está aún por explorar” (2016:3).
De tal manera, resulta significativo que a pesar de la cantidad de ofertas y personajes que utilizan el humor y la exageración como mecanismos de crítica de la realidad del país, los mecanismos democráticos como las elecciones de nuevos candidatos sigan mostrando un aumento de la abstención y la desesperanza política en la que se instala el pensamiento de “todo sigue igual y no hay nada que hacer”. La respuesta social cae, por lo tanto, en la queja frecuente y la risa como mecanismo de catarsis frente a una situación repetitiva y absurda donde la máscara ocupa un papel preponderante.
“No hay que olvidar que la risa va de la mano con la máscara. No hay en el mundo un medio más poderoso que la risa para oponerse a las adversidades de la vida y la suerte. El enemigo más poderoso queda horrorizado ante la máscara satírica…La risa se quita la alegre máscara y comienza a reflexionar sobre el mundo y los hombres a través de la crueldad de la sátira” (Serna,2008:12).
Siendo éste uso despolitizado del humor el combustible para nuevos formatos y personajes que de manera soterrada actúan como adalides del pensamiento crítico y de la conciencia nacional, pero que en general facilitan la estabilidad del sistema y la ausencia de otros modos de alimentar la acción transformadora, repletos de estereotipos, de prejuicios y en ausencia de un proyecto de nación, nuestra identidad colombiana queda enclaustrada en el “mamagallismo”, para no decir que sólo somos artífices de violencia y crueldad:
“Jaime Garzón o Sábados felices funcionan porque reflejan al país, las regiones, los tipos de persona: el “avispado”, los “caídos del zarzo”, otros son sencillamente la parodia directa de personajes como hacía Jaime o hace La luciérnaga, esos personajes están en el universo de la información, un porcentaje apreciable de la población sabe quién es Andrés Pastrana y qué dijo la semana pasada, eso genera cierta empatía y la gente sabe de qué le hablan. El humor que llamo costumbrista o de situación es más sencillo porque parodia estereotipos de que los paisas son trabajadores, los huilenses perezosos, cómo hablan los vallunos, la gente se siente representada con esos clichés. El humor político funciona cuando la gente sabe de qué le hablan: Agro Ingreso Seguro, el Caguán, el proceso 8.000, casi toda la población ha oído hablar de eso, no sólo quienes han leído periódicos. Este es un país de escándalos. Hay una clave que permite esa conexión. Si uno coge un periódico de Argentina y ve la caricatura, así salga Kirchner, un personaje reconocido, tienen que explicarme el chiste (Eduardo Arias citado por Medina 2016:12).
Este fenómeno disfraza la inconformidad y matiza el poder de transformación en la medida en que captura tanto la imaginación como la realización efectiva de los cambios requeridos. De esta manera, resulta mucho más fácil para la población en general reírse de sus propias desgracias, del absurdo, de la contradicción implícita y de la amargura que la posibilidad de transformar desde la acción cotidiana los distintos problemas que vive la nación.
Por ello, no es una sorpresa encontrar distintos “guasones” que bajo el pretexto de la película utilizaron su característica para no ser más que una broma del significado real detrás de un movimiento social organizado o quizás, para develar lo ridículo de dicha empresa cuando no se llega a nada más. Estos guasones se articulan con el fenómeno masivo que permite una identificación aparente pero que reprime las formas de actuación y de cambio de los agentes sociales.
Comedia-arte-política: prácticas liberadoras desde la burla de sí mismo
Como suele suceder, existen además de estas producciones mediáticas y de competencia de likes otras propuestas que trabajan el humor y la crítica política desde otro enfoque, este es, comprender el escenario de la política no desde los representantes sino, desde la posibilidad cierta de devenir agentes actuantes. Para ello, el teatro callejero, las propuestas no convencionales, las alternativas de grupos emergentes son realmente significativas para propiciar en cada uno de nosotros prácticas liberadoras. Una de ellas, construir un buen humor, una actitud y forma de vida que sin convertirlo todo en un chiste o en una broma nos facilite mediante prácticas de cuidado afectar a otros y así mismos:
“el humor político es humor en la medida que hace reír y es político en la medida que en su esencia también está la crítica que se pretende arrojar a quien detenta un poder (político, económico, moral, etc.). Tiene ese tipo de rasgos de alguna manera universales, pero su efectividad se construye a nivel local. Lo que hace reír en un país es diferente a otro debido a que los referentes culturales no son los mismos la mayoría de las veces” (Medina, 2016:29).
Proponernos en un país que no sólo cuenta con dificultades y problemas sino con una capacidad de sus gentes para crear, para inventar, para soñar e imaginar, es ser capaces políticamente de reinventar nuestras realidades inmediatas, quizás como pequeñas burlas subversivas que actúen en beneficio de desmontar nuestras determinaciones prejuiciosas, orgullos, egos, envidia y soberbia que nos impiden estar en comunidad.
Quizás la capacidad de la comedia y de la risa pueda llegar a sublevar por lo menos de forma fragmentada y siempre difusa, un margen para que, conmovidos por la injusticia, la crueldad manifiesta, lo absurdo y lo bizarro, sean aquellos artistas de lo cómico quienes nos ofrezcan un primer impulso hacia la consideración analítica de nuestra realidad, con el riesgo de trivializar o hacer de sus expresiones artísticas un cliché, lo cierto es que, en la imaginación y creatividad discursiva, innovadora e irreverente puedan estas fuerzas magmáticas de la explosión cómica, ayudarnos a todos para “hacernos semejantes” y poder constituir así por lo menos en lo efímero fábulas posibles de integración y de convivencia, afirma Lesmes:
“Tal sería la función esencial que Benjamin asignaba a la comedia, que, a fuerza de exponer articulaciones y desarticulaciones, implica al propio comportamiento, pues a la facultad de percibir semejanzas también le corresponde la facultad de hacerse semejante uno mismo. Así, si es al comportamiento mimético a lo que la risa se dirige en el fondo, lo cómico implica también la oportunidad de reconocerse diferente; ofrece, a fin de cuentas, la oportunidad de una desidentificación con la propia posición que uno ocupa en los procesos de producción” (Lesmes, 2017: 125).
En nuestro contexto latinoamericano, es posible que la risa y la comicidad nos permitan como fuerzas de resistencia des-identificarnos de manera nacionalista y regional y poder hablar un lenguaje común frente a realidades compartidas, una diversificación de la oferta cómica puede garantizar estas miradas diversas e integradoras como ningún otro recurso ideológico lo ha logrado.
Conclusiones:
En cualquier parte del mundo el humor y la sátira política actúan como mecanismos para polarizar o crear una opinión pública en referencia a los comportamientos y faltas de las clases dirigentes. Actúa el humor como espacio silente en tanto fugaz. Se confiere al humor político una propiedad “benevolente” en tanto es signo de la capacidad democrática, libertad de opinión y de tolerancia; sin embargo, puede ser también un indicador de una naturalización extrema de lo inhóspito de la realidad donde se existe, es decir, de terminar en una posición resignada en la que es mejor burlarse y reír dado que ya nada que se puede cambiar.
El humor político entendido como una práctica artística, como un medio expresivo que es capaz de conmover, de proponer soportes creativos e innovadores, tiene a mi modo de ver, la responsabilidad de hacer de sus públicos no solo unos buenos consumidores de comedia sino, ante todo, unos amantes de la jovialidad y la alegría como forma de resistencia y transformación.
La “risa remedio infalible” diría la sección de Reader´s Digest, en la última década del siglo XX, el humor, la sátira, el chiste cliché marcan para todos los países, pero en especial para Latinoamérica espacios de resistencia disfrazada de humor, es importante en términos de investigación social contemporánea realizar un a arqueología del humor, más allá de un listado o una clasificación, recomponer los mensajes y su relación con las épocas. Cada país tiene sus representantes más emblemáticos Federico Peralta Ramos, Capussotto, Les Luthiers, Cantinflas, Berto Romero & Andreu Buenafuente, entre otros. Cada uno a su manera, desde diversas aristas y en su contexto contribuyen y siguen haciéndolo en crear escenarios de crítica social o por lo menos de consideración, bajo la excusa del humor, de lo aquello que terminamos normalizando y a lo que aceptamos tácitamente someternos. Hoy, las redes sociales permiten la difusión como nunca antes de formatos más sintéticos memes, fragmentos de videos, etc, la pregunta es si sobre dichos materiales además de la mueca de la sonrisa, tienen la potencia suficiente de encausar un pensamiento, uno que no se refugie exclusivamente en el like o la réplica sino en la organización de una perspectiva.
No se pude reír más estúpida y vulgarmente, pero es posible sonreír para de manera amable comprender que aquello que ridiculizamos es muestra de nuestra propias pasiones y defectos...entonces como diría el Joker ¿Por qué tan serio?
Referencias:
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